
En una de las entradas a Puerto Madryn, se encuentra un altar y un monolito de la Difunta Correa, donde está escrita la historia de esta mujer, esposa y madre cuya crónica quedó plasmada en la devoción, beneración y tradición del pueblo argentino. Acá lo transcribimos con afectuoso cariño a una heroína del amor.

A mediados del siglo 19, durante las guerras que asotaron el norte de Argentina, el gaucho sanjuanino Baudilio Bustos fue capturado por la guerrilla y llevado a La Rioja, donde cayó enfermo. Para reunirse con él, su esposa Deolinda Correa, partió caminando desde Caucete, levando en brazos a su hijo de corta edad. Perdida en la serranía del Pié de Palo, murió de sed, pero el niño conservó la vida bebiendo de los pechos de su madre muerta. Así fueron encontrados por unos arrieros que pasaban. Ellos rescataron al chico y sepultaron, muy conmovidos a la infortunada mujer.

Una serie de capillas contienen una infinidad de objetos diversos, dejados en ofrenda por gente común, artistas plásticos y deportistas famosos de distintas partes del mundo. Estos obsequios van desde simples fotos hasta valiosos automotores, dando testimonio de curaciones milagrosas, éxitos comerciales y toda clase de logros extraordinarios como agradecimiento a la bondad de la Difunta Correa.

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